Las cuarentenas han reducido la contaminación en China, pero es un espejismo
Hace unos días, un desafortunado meme aseguraba que la crisis del Coronavirus ha servido para “ver lo sencillo y rápido que es reducir las emisiones y limpiar el aire de nuestras ciudades”. Aunque la peor pandemia mundial en décadas, que además puede destruir las economías de medio mundo en este 2020, no sea algo “sencillo y rápido” precisamente la idea de que ha reducido la contaminación ha calado fuerte. Pero no es tan sencillo.
Las fechas del confinamiento de Wuhan: el brote chino del COVID19 comenzó en diciembre, pero no fue hasta el nuevo año lunar, una de las fechas claves de la cultura china, cuando llegó el cierre de Wuhan, que con sus once millones de habitantes se había convertido en el epicentro de la enfermedad.
Una caída pronunciada: comparados con las cuatro semanas anteriores al cierre, los niveles de polución habían caído un 35%, dando lugar a otra imagen viral e icónica de esta crisis, la de una China despejada.
Sectores de combustible fósil: la mayoría de las fábricas chinas han quedado cerrradas o produciendo bajo mínimos. Las emisiones clave en China provienen de factorías que aún usan carbón, de plantas de energía y del uso del petroléo en industrias y transportes. El impacto sobre todos ellos se espera que aún dure unas semanas.
Recuperar el tiempo perdido: la principal preocupación de los expertos medioambientales es que, ante tal patrón de la producción, el Gobierno Chino va a querer recuperar el tirón perdido para evitar acercarse a una recesión. Y el instrumento está claro: construcción, construcción, construcción.
Ya ocurrió en 2009…: ante la posibilidad de un contagio con la crisis financiera mundial de aquel año, el Gobierno chino implantó un plan de construcción y obras públicas masivo.
… Pero ahora con una China que había empezado a concienciarse: 2020 no es 2009 y China, en esta década, había dado pasos para atajar y reducir el problema de la contaminación, comprometiéndose a reformas industriales que, ahora, con el desastre económico del Coronavirus, es probable que queden algo olvidadas. “Compensar la caída del PIB con obra pública significaría quemar mucho carbón”, asegura Lauri Myllyvirta, lead analyst en el Centro para la investigación en Energía y Aire Limpio de Helsinki (Finlandia).