El impuesto de sociedades, el gran reto de la globalización en las grandes empresas (digitales)
Imagina que eres el dueño de un rio y de una central hidroeléctrica situada en la parte final del rio. Tienes dos cauces por donde puede discurrir el agua hacia tu central eléctrica. Uno de los cauces tiene un lecho donde el agua se filtra, por lo que llega mucho menos a la central. El otro cauce hace que casi toda el agua llegue a tu central. Olvidándonos del impacto medioambiental, ya que es una metáfora teórica, tú, como dueño, instalarías una exclusa para poder llevar el agua por el cauce que más agua termina trasladando.
Esto es lo que hacen las empresas con su «caudal» de beneficios, eligiendo el país que menos impuestos («filtraciones de agua») aplica a sus beneficios. Como las grandes empresas están en varios países pueden mover los beneficios vía «ingeniería financiera» (la exclusa de agua en forma de costes internos) para redirigir su caudal de beneficios. Esta situación hace que la política impositiva de cada país apenas tenga impacto y se recurra a «tasas Google».
Obviamente, siempre se puede rayar la ilegalidad. Ejemplo: en 2017, Google fue acusado de trasladar unos 23.000 millones de dólares a un paraíso fiscal en las Bermudas.
La nueva foto que parece estar cambiando
La semana pasada, los ministros de finanzas de los países del G-7 (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y EE. UU.) acordaron reformas fiscales que podrían afectar a las empresas, digitales incluidas, más grandes del mundo.
El nuevo plan:
Establecer un impuesto mínimo global de, al menos, el 15%.
Otorgar a los países la capacidad de gravar a las multinacionales mas rentables el 20% de las ganancias que superen un margen del 10%.
Sin duda los retos son de gran tamaño:
Convencer a los paraísos fiscales para que apliquen esa tasa, ya que viven de ello.
Convencer a los países que aun no siendo paraísos fiscales, tienen muchas ventajas de aplicar un impuesto de sociedades menor, como por ejemplo, Irlanda o Luxemburgo en la Unión Europea.
Convencer a las regiones dentro de los países, que aun no siendo paraísos fiscales, tienen muchas ventajas de aplicar un impuesto de sociedades menor, como por ejemplo, Delaware en EE.UU.
Entiendes el patrón, ¿verdad?
Mi pensamiento idealista de la semana
La idea del G7 tiene un ángulo positivo adicional.
Déjame contarte una historia: Supercell es una empresa que lleva 8 años haciendo unos ingresos de mas de 1.000 millones de dólares con menos de 400 personas. Recuerdo a su CEO, Ilkka Paananen, en un charla suya a la que asistí en 2013 en la que decía: «Obviamente puedo contratar una empresa que me ayude a pagar menos impuestos, ya que mi beneficio es grande, pero prefiero contribuir a la sociedad (Finlandia) que me ha ayudado a crear esta empresa». En 2013, Supercell generaba 890 millones de dólares con prácticamente la mitad de su plantilla.
Para poder hacer eso ¿Qué se necesita?
Lo primero es generar un beneficio enorme… sin duda. Es condición necesaria pero no suficiente. No me imagino a ningún CEO de las tecnológicas diciendo y ejecutando esta política de Supercell.
La principal diferencia es que el CEO de SuperCell es dueño de la empresa, mientras que en las empresas cotizadas, sus dueños son los accionistas … Es decir, aunque el CEO esté super comprometido, los accionistas buscan el mayor retorno dentro de la legalidad. Si todos los países ponen el mismo impuesto de sociedades, los accionistas no podrán «forzar» a la dirección de las empresas a utilizar asimetría fiscal (ingeniera contable) para maximizar el retorno al accionista.
De todo este tema, me surge otra reflexión. Estar dentro de la masa de accionistas (o dentro de la complejidad financiera), es lo mismo que estar dentro de la masa de cualquier grupo de personas, que se pueden volver mas extrema que cada persona por separado. Es decir, más difícil de convencer para mirar más allá del mero beneficio por acción.
Si quieres saber más te recomiendo el artículo de la BBC.